Falleció Enrique, el vagabundo que se ganó el afecto de la gente

Era un personaje que había llegado hace aproximadamente una década a Caleta Oliva desde el norte, por la Ruta 3, empujando dos carritos de supermercado con bártulos y abrigos desvencijados para pasar las noches de una travesía que difícilmente alguien conozca en que lugar la comenzó.

Desde el vamos los vecinos percibieron que se trataba de una persona que había sufrido alteraciones mentales, pero presumía que en su pasado había sido una persona culta ya que incluso este medio periodístico lo escuchó hablar a solas sobre políticas deportivas del país, pero hay quienes aseguran que hacía alusión a temas de medicina.

No era un linyera pero los vecinos comenzaron a entregarle alimentos cuando lo veían revisar cestos de basura y, salvo en contadas ocasiones, no aceptaba ayuda de organismos de asistencia social para ser alojado en algún albergue.

Al principio pasaba las noches detrás del complejo deportivo ubicado en la costanera y algunos vecinos decidieron construirle allí un precario refugio para que pudiera soportar las noches invernales y otros le armaron un catre con un viejo sillón.

En algunas ocasiones, jóvenes desaprensivos intentaron quemarle el refugio y otros vagabundos le sustraían la comida y la ropa que le donaban, pero él siguió firme en ese lugar.

El afecto que se fue ganando de la gente hizo que se transformara en un querido y popular personaje del cual nunca se conoció su apellido y todos lo llamaban Enrique o “Quique”.

De las anécdotas que lo tuvieron como protagonista, una de las más recordadas es la que contó un vecino que quiso obsequiarle una gruesa campera de nylon con pluma de ganso que tenía en desuso. “Quique” le dijo que le agradecía mucho la gentileza pero que prefería que se la obsequiara a alguien que realmente la necesitara.

Soporto estoicamente la pandemia del COVID 19 y no se sabe si lograron convencerlo de que se vacunara, pero en la tarde de este caluroso miércoles se descompensó y habría sufrido un paro cardíaco

Cuando la noticia se fue propalando, un sentimiento de nostalgia y tristeza invadió a la inmensa mayoría de los caletenses.